Aprender a manejar las dudas
Toma de decisionesLaura Marín Cuesta
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A veces no queremos hacer preguntas por miedo a oír una respuesta que tememos.
Y cuando se trata de una relación personal, quizás evitemos plantearlas cuando internamente estamos:
- Rumiando (“¿cómo se lo digo?”).
- Anticipando lo que va a suceder (“va a pensar que soy X”, “me va a decir “).
- Alargando la situación sin hablar del tema simulando que no pasa nada.
- Esperando quizás que sea el otro quien lo saque a colación (“¿pero es que no lo ve?”, “si se me nota”).
Nos asusta lo que podamos descubrir en esa conversación con nosotros mismos o con otra persona porque puede plantearnos dudas a las que no sepamos responder en este momento. O no nos sintamos preparados para recibir los cambios que pueden suceder a partir de ellas. O nos resistamos a aceptar que las cosas cambian.
Varios motivos pueden hacer de las dudas nuestras enemigas.
No estamos seguros de la capacidad que tenemos para continuar con nuestra rutina:
- con la cuestión sin resolver y la paciencia suficiente como para ir obteniendo la respuesta poco a poco a base de reflexión, experimentación y observación.
- una vez hemos llegado a la respuesta y las consecuencias que puede implicar.
La duda es el nutriente del miedo a equivocarse. Y por tanto complica las decisiones antes, durante y después de tomarlas. Una vez hemos revelado que las cosas han cambiado aparecen más interrogantes: ¿y ahora qué haré?) En función de lo valiente que me sienta, observaré qué le ha sucedido a otros que han tomado otras actuaciones.
Pero ¿de verdad nos es menos costoso tapar estas dudas que ponerlas sobre la mesa (más aun cuando hay alguien que nos importa del que esperamos sinceridad)? El miedo puede bloquearnos, impedirnos ver racionalmente y hacer que sobreestimemos las ventajas de esquivar, pero...
Las dudas tienen funciones muy necesarias.
1. Nos ayudan a poner atención en lo que está sucediendo dentro de nosotros: “¿estoy feliz así?” “¿es esto lo que quiero?”.
2. Nos hacen interactuar con el entorno.Expresamos algo que desconocemos y así podemos obtener otras perspectivas. Las dudas nos permiten cuestionar si lo que damos por sabido sigue siendo vigente, si es aplicable en unos contextos… Trasladan nuestra atención al entorno también para poder adaptarnos los cambios que suceden en él.
Dependiendo de cómo las afrontemos las dudas pueden bloquearnos o movilizarnos en la búsqueda de respuestas.
Respuestas que no siempre aparecen. A veces tenemos que tomar decisiones con dudas para que el resultado nos aclare la respuesta. Experimentar una vez más.
En terapia vamos despejando esas dudas en un contexto seguro y al ritmo que tú y/o tu pareja necesitéis.
Laura Marín Cuesta
Psicóloga general sanitaria y neuropsicóloga, experta en terapia cognitivo conductual.